más>>>EL ESPIRITU, LA SANGRE Y EL AGUA:
Un día, en la época en que el templo de Jerusalén estaba destruido y el pueblo desterrado en Babilonia, el profeta Ezequiel tuvo una visión. Vio ante sí el templo reconstruido y vio que bajo el umbral del templo, por el lado derecho, manaba agua hacia oriente. Se puso a seguir aquel arroyico de agua y se dio cuenta de que la corriente iba creciendo más y más, a medida que avanzaba, hasta llegarle primero a los tobillos, después a las rodillas, luego a la cintura, hasta convertirse en un río que no se podía vadear. Vio que en la orilla del río crecía una gran cantidad de árboles frutales y oyó una voz que decía: 'Estas aguas fluyen hacia la comarca levantina, bajarán hacia la estepa, desembocarán en el mar de las aguas pútridas y lo sanearán. Todos los seres vivos que bullan allí donde desemboque la corriente tendrán vida, y habrá peces en abundancia. Al desembocar allí estas aguas, quedará saneado el mar y habrá vida adondequiera que llegue la corriente' (Ez 47,lss).
El evangelista Juan vio realizada esta profecía en la pasión de Cristo. 'Uno de los soldados —escribe— con la lanza le traspasó el costado y al punto salió sangre y agua' (Jn 19,34). La liturgia de la Iglesia ha recogido esta enseñanza al hacernos cantar, al principio de todas las Misas solemnes del tiempo pascual, aquellas palabras del profeta, aplicándoselas a Cristo: 'Vidi aquam egredientem de templo - Vi que manaba agua del templo'.
Jesús es el templo que los hombres destruyeron, pero que Dios ha vuelto a edificar, resucitándolo de la muerte: 'Destruid este templo"
Un día, en la época en que el templo de Jerusalén estaba destruido y el pueblo desterrado en Babilonia, el profeta Ezequiel tuvo una visión. Vio ante sí el templo reconstruido y vio que bajo el umbral del templo, por el lado derecho, manaba agua hacia oriente. Se puso a seguir aquel arroyico de agua y se dio cuenta de que la corriente iba creciendo más y más, a medida que avanzaba, hasta llegarle primero a los tobillos, después a las rodillas, luego a la cintura, hasta convertirse en un río que no se podía vadear. Vio que en la orilla del río crecía una gran cantidad de árboles frutales y oyó una voz que decía: 'Estas aguas fluyen hacia la comarca levantina, bajarán hacia la estepa, desembocarán en el mar de las aguas pútridas y lo sanearán. Todos los seres vivos que bullan allí donde desemboque la corriente tendrán vida, y habrá peces en abundancia. Al desembocar allí estas aguas, quedará saneado el mar y habrá vida adondequiera que llegue la corriente' (Ez 47,lss).
El evangelista Juan vio realizada esta profecía en la pasión de Cristo. 'Uno de los soldados —escribe— con la lanza le traspasó el costado y al punto salió sangre y agua' (Jn 19,34). La liturgia de la Iglesia ha recogido esta enseñanza al hacernos cantar, al principio de todas las Misas solemnes del tiempo pascual, aquellas palabras del profeta, aplicándoselas a Cristo: 'Vidi aquam egredientem de templo - Vi que manaba agua del templo'.
Jesús es el templo que los hombres destruyeron, pero que Dios ha vuelto a edificar, resucitándolo de la muerte: 'Destruid este templo"
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