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lunes, 18 de enero de 2016

"En tu presencia cada día" - Martes 19 de enero 2016

MARTES DE LA SEMANA II
De la Feria. Salterio II

19 de enero 


LAUDES
(Oración de la mañana)

INVOCACIÓN INICIAL
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
INVITATORIO
Ant. Al Señor, al Dios grande, venid, adorémosle. 

Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Himno: TE DAMOS GRACIAS, SEÑOR
Te damos gracias, Señor,
porque has depuesto la ira
y has detenido ante el pueblo
la mano que lo castiga.

Tú eres el Dios que nos salva,
la luz que nos ilumina,
la mano que nos sostiene
y el techo que nos cobija.

Y sacaremos con gozo
del manantial de la Vida
las aguas que dan al hombre
la fuerza que resucita.

Entonces proclamaremos:
«¡Cantadle con alegría!
¡El nombre de Dios es grande!
¡Su caridad infinita!

¡Que alabe al Señor la tierra!
Cantemos sus maravillas.
¡Qué grande, en medio del pueblo
el Dios que nos justifica!». Amén.
SALMODIA
Ant 1. Envíame, Señor, tu luz y tu verdad.
Salmo 42 - DESEO DEL TEMPLO
Hazme justicia, ¡oh Dios!, defiende mi causa
contra gente sin piedad,
sálvame del hombre traidor y malvado.

Tú eres mi Dios y protector,
¿por qué me rechazas?
¿Por qué voy andando sombrío,
hostigado por mi enemigo?

Envía tu luz y tu verdad:
que ellas me guíen
y me conduzcan hasta tu monte santo,
hasta tu morada.

Que yo me acerque al altar de Dios,
al Dios de mi alegría;
que te dé gracias al son de la cítara,
Señor, Dios mío.

¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Envíame, Señor, tu luz y tu verdad.

Ant 2. Protégenos, Señor, todos los días de nuestra vida.
Cántico: ANGUSTIA DE UN MORIBUNDO Y ALEGRÍA DE LA CURACIÓN Is 38, 10-14. 17-20
Yo pensé: «En medio de mis días
tengo que marchar hacia las puertas del abismo;
me privan del resto de mis años.»

Yo pensé: «Ya no veré más al Señor
en la tierra de los vivos,
ya no miraré a los hombres
entre los habitantes del mundo.

Levantan y enrollan mi vida
como una tienda de pastores.
Como un tejedor devanaba yo mi vida,
y me cortan la trama.»

Día y noche me estás acabando,
sollozo hasta el amanecer.
Me quiebras los huesos como un león,
día y noche me estas acabando.

Estoy piando como una golondrina,
gimo como una paloma.
Mis ojos mirando al cielo se consumen:
¡Señor, que me oprimen, sal fiador por mí!

Me has curado, me has hecho revivir,
la amargura se me volvió paz
cuando detuviste mi alma ante la tumba vacía
y volviste la espalda a todos mis pecados.

El abismo no te da gracias,
ni la muerte te alaba,
ni esperan en tu fidelidad
los que bajan a la fosa.

Los vivos, los vivos son quienes te alaban:
como yo ahora.
El Padre enseña a sus hijos tu fidelidad.

Sálvame, Señor, y tocaremos nuestras arpas
todos nuestros días en la casa del Señor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Protégenos, Señor, todos los días de nuestra vida.

Ant 3. ¡Oh Dios!, tu mereces un himno en Sión.
Salmo 64 - SOLEMNE ACCIÓN DE GRACIAS.
¡Oh Dios!, tú mereces un himno en Sión,
y a ti se te cumplen los votos,
porque tú escuchas las súplicas.

A ti acude todo mortal
a causa de sus culpas;
nuestros delitos nos abruman,
pero tú los perdonas.

Dichoso el que tú eliges y acercas
para que viva en tus atrios:
que nos saciemos de los bienes de tu casa,
de los dones sagrados de tu templo.

Con portentos de justicia nos respondes,
Dios, salvador nuestro;
tú, esperanza del confín de la tierra
y del océano remoto;

Tú que afianzas los montes con tu fuerza,
ceñido de poder;
tú que reprimes el estruendo del mar,
el estruendo de las olas
y el tumulto de los pueblos.

Los habitantes del extremo del orbe
se sobrecogen ante tus signos,
y a las puertas de la aurora y del ocaso
las llenas de júbilo.

Tú cuidas de la tierra, la riegas
y la enriqueces sin medida;
la acequia de Dios va llena de agua,
preparas los trigales;

riegas los surcos, igualas los terrones,
tu llovizna los deja mullidos,
bendices sus brotes;
coronas el año con tus bienes,
las rodadas de tu carro rezuman abundancia;

rezuman los pastos del páramo,
y las colinas se orlan de alegría;
las praderas se cubren de rebaños,
y los valles se visten de mieses,
que aclaman y cantan.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. ¡Oh Dios!, tu mereces un himno en Sión.
LECTURA BREVE   1Ts 5, 4-5
No viváis, hermanos, en tinieblas para que el día del Señor no os sorprenda como ladrón; porque todos sois hijos de la luz e hijos del día. No somos de la noche ni de las tinieblas.
RESPONSORIO BREVE
V. Escucha mi voz, Señor; espero en tu palabra.
R. Escucha mi voz, Señor; espero en tu palabra.

V. Me adelanto a la aurora pidiendo auxilio.
R. Espero en tu palabra.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Escucha mi voz, Señor; espero en tu palabra.
CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. De la mano de nuestros enemigos, líbranos, Señor.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR      Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 
De la mano de nuestros enemigos, líbranos, Señor.
PRECES
Bendigamos a nuestro Salvador, que con su resurrección ha iluminado el mundo, y digámosle suplicantes:

Haz, Señor, que caminemos por tu senda.

Señor Jesús, al consagrar nuestra oración matinal en memoria de tu santa resurrección,
te pedimos que la esperanza de participar de tu gloria ilumine todo nuestro día.

Te ofrecemos, Señor, los deseos y proyectos de nuestra jornada:
dígnate aceptarlos y bendecirlos como primicia de nuestro día.

Concédenos crecer hoy en tu amor,
a fin de que todo concurra para nuestro bien y el de nuestros hermanos.

Haz, Señor, que el ejemplo de nuestra vida resplandezca como una luz ante los hombres,
para que todos den gloria al Padre que está en los cielos.
Se pueden añadir algunas intenciones libres

Porque deseamos que la luz de Cristo ilumine a todos los hombres, pidamos al Padre que su reino llegue a nosotros:
Padre nuestro...

ORACION
Señor Jesucristo, luz verdadera que alumbras a todo hombre y le muestras el camino de la salvación: concédenos la abundancia de tu gracia para que preparemos, delante de ti, sendas de justicia y de paz. Tú que vives y reinas con el Padre, en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.


Primer Libro de Samuel 16,1-13. 
El Señor dijo a Samuel: "¿Hasta cuándo vas a estar lamentándote por Saúl, si yo lo he rechazado para que no reine más sobre Israel? ¡Llena tu frasco de aceite y parte! Yo te envío a Jesé, el de Belén, porque he visto entre sus hijos al que quiero como rey". 
Samuel respondió" "¿Cómo voy a ir? Si se entera Saúl, me matará". Pero el Señor replicó: "Llevarás contigo una ternera y dirás: 'Vengo a ofrecer un sacrificio al Señor'. 
Invitarás a Jesé al sacrificio, y yo te indicaré lo que debes hacer: tú me ungirás al que yo te diga". 
Samuel hizo lo que el Señor le había dicho. Cuando llegó a Belén, los ancianos de la ciudad salieron a su encuentro muy atemorizados, y le dijeron: "¿Vienes en son de paz, vidente?". 
"Sí, respondió él; vengo a ofrecer un sacrificio al Señor. Purifíquense y vengan conmigo al sacrificio". Luego purificó a Jesé y a sus hijos y los invitó al sacrificio. 
Cuando ellos se presentaron, Samuel vio a Eliab y pensó: "Seguro que el Señor tiene ante él a su ungido". 
Pero el Señor dijo a Samuel: "No te fijes en su aspecto ni en lo elevado de su estatura, porque yo lo he descartado. Dios no mira como mira el hombre; porque el hombre ve las apariencias, pero Dios ve el corazón". 
Jesé llamó a Abinadab y lo hizo pasar delante de Samuel, el cual dijo: "Tampoco a este ha elegido el Señor". 
Luego hizo pasar a Sammá; pero Samuel dijo: "Tampoco a este ha elegido el Señor". 
Así Jesé hizo pasar ante Samuel a siete de sus hijos, pero Samuel dijo a Jesé: "El Señor no ha elegido a ninguno de estos". 
Entonces Samuel preguntó a Jesé: "¿Están aquí todos los muchachos?". El respondió: "Queda todavía el más joven, que ahora está apacentando el rebaño". Samuel dijo a Jesé: "Manda a buscarlos, porque no nos sentaremos a la mesa hasta que llegue aquí". 
Jesé lo hizo venir: era de tez clara, de hermosos ojos y buena presencia. Entonces el Señor dijo a Samuel: "Levántate y úngelo, porque es este". 
Samuel tomó el frasco de óleo y lo ungió en presencia de sus hermanos. Y desde aquel día, el espíritu del Señor descendió sobre David. Samuel, por su parte, partió y se fue a Ramá. 



Salmo 89(88),20.21-22.27-28. 
Tú hablaste una vez en una visión 
y dijiste a tus amigos: 
“Impuse la corona a un valiente, 
exalté a un guerrero del pueblo.

«Encontré a David, mi servidor, 
y lo ungí con el óleo sagrado,
para que mi mano esté siempre con él 
y mi brazo lo haga poderoso.»

El me dirá: «Tú eres mi padre, 
mi Dios, mi Roca salvadora.» 
Yo lo constituiré mi primogénito, 
el más alto de los reyes de la tierra.




Evangelio según San Marcos 2,23-28. 
Un sábado en que Jesús atravesaba unos sembrados, sus discípulos comenzaron a arrancar espigas al pasar. 
Entonces los fariseos le dijeron: "¡Mira! ¿Por qué hacen en sábado lo que no está permitido?". 
El les respondió: "¿Ustedes no han leído nunca lo que hizo David, cuando él y sus compañeros se vieron obligados por el hambre, 
cómo entró en la Casa de Dios, en el tiempo del Sumo Sacerdote Abiatar, y comió y dio a sus compañeros los panes de la ofrenda, que sólo pueden comer los sacerdotes?". 
Y agregó: "El sábado ha sido hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado.
De manera que el Hijo del hombre es dueño también del sábado". 


Reflexión de las LECTURAS: 1SAM 16, 1-13; SAL 88; MC 2, 23-28

1Sam. 16, 1-13. Yo no juzgo como juzga el hombre, dice el Señor. El hombre se fija en las apariencias, pero el Señor se fija en los corazones. Y no es que en nuestro corazón haya algún mérito para que el Señor recompense lo que nosotros hacemos. A pesar de que conoce nuestras miserias, Él nos ama de un modo gratuito, porque así lo ha decidido Él. Lo único que espera de nosotros es que tengamos un corazón dispuesto a dejarse moldear por Él, como el barro tierno en manos del alfarero. Ante una voluntad que se entrega a Dios y le dice con lealtad: Hágase en mí según tu Palabra, Dios tomará nuestra vida en sus manos y, sacándonos de detrás de las ovejas, o levantándonos de nuestras miserias y pecados, podrá, si es su voluntad, ponernos al frente de su Pueblo, pues a Dios le agrada más la obediencia que miles de holocaustos y sacrificios. David, amado por Dios, será un símbolo de quien, a pesar de sus grandes miserias, siempre estará dispuesto a volver a Dios con un corazón arrepentido y, dispuesto también, a iniciar un nuevo camino bajo la fidelidad a Dios. Cristo, Hijo de Dios e Hijo de David, será para nosotros el motivo de nuestra santificación porque su alimento era hacer la voluntad de su Padre celestial. Ese es el mismo camino que se espera de quienes creemos en Cristo.

Sal. 88. Dios es siempre fiel a sus promesas; su amor hacia los suyos jamás dará marcha atrás, pues lo que Dios da jamás lo retira. Él escogió a David como siervo suyo; lo ungió y, poniéndolo al frente del Pueblo, Dios siempre estuvo de su lado. Por eso David, con toda lealtad, puede llamar Padre a Dios; podrá invocar a Dios pues Él estará siempre dispuesto a protegerlo y a defenderlo de sus enemigos. ¿Habrá amor más grande hacia David, que el que Dios le ha manifestado? A nosotros, por medio de Cristo, Dios nos ha amado hasta el extremo. Desde Cristo Dios no sólo es llamado Padre nuestro, sino que en verdad lo tenemos por nuestro Padre. Cuando nos acercamos a pedirle perdón Él nos recibe y nos vuelve a enviar como testigos de su amor y de su misericordia. Por eso aprendamos a no luchar contra las fuerzas del mal con nuestros propios recursos, pues saldríamos vencidos. Pongámonos en manos de Dios y hagamos nuestra la Victoria de Jesucristo sobre el pecado y la muerte. Aprendamos a dejarnos guiar, no por nuestros caprichos ni por nuestras pasiones desordenadas, sino por el Espíritu de Dios, que nos ha ungido y nos ha hecho hijos de Dios, por nuestra unión a Cristo, habitando en nosotros como en un templo.

Mc. 2, 23-28. En el relato litúrgico de la creación se nos dice que después de haber creado Dios el universo en seis días, descansó el séptimo. El precepto del día de descanso (Para los Judíos el Sábado; para los Cristianos el Domingo; para los Musulmanes el Viernes, aun cuando ellos pueden trabajar, pero descansan para dar culto a Dios) nos quiere hacer señores de la creación; mediante seis días de trabajo, y un día de descanso, nos asemejamos a Dios. Y aun cuando las leyes vinieron a normar demasiado detalladamente ese día, que debería consagrarse al Señor, olvidaron lo que es el derecho que toda persona tiene a descansar, a convivir con su familia, a olvidarse un poco de la carga del trabajo. Sabiendo que hay personas que viven en extrema pobreza, quien es dueño del día del descanso debe saber que hay necesidades fundamentales, cuya solución no puede aplazarse bajo el pretexto de que en el día del Señor tiene uno casi que quedarse inmóvil. Sin embargo, ante estas situaciones de pobreza, quienes ofrecen fuentes de trabajo, no pueden aprovechar las necesidades de los más desprotegidos para dedicarse a explotarlos con salarios de hambre o comprándolos por un par de sandalias. Quienes creemos en Cristo debemos saber dar culto a Dios manifestándole así nuestro amor, pero no podemos dejar de amar a nuestro prójimo ayudándole a remediar sus necesidades sabiendo que, si no lo hacemos, nuestro culto y nuestro amor hacia Dios serían inútiles e hipócritas.

El Señor nos ha reunido a quienes Él ha consagrado como hijos suyos. Él no se ha fijado en nuestra condición social o cultural; Él simplemente nos ama porque es nuestro Padre, y nosotros somos sus hijos. Él quiere que nos reunamos en torno suyo sin distinciones humanas e inútiles, pues para Él todos tenemos el mismo valor, el valor de la sangre de su Hijo, derramada para el perdón de nuestros pecados y para que, unidos a Él, tengamos vida eterna. Esta celebración Eucarística es el momento más importante de nuestro día, pues nos encontramos con Dios; le escuchamos y somos fortalecidos para ir y cumplir con la misión que nos ha confiado: Trabajar incansablemente a favor del Evangelio, haciendo el bien a todos a imagen de Jesucristo. Quienes acudimos a la Eucaristía hacemos nuestro el compromiso de proclamar el Nombre del Señor y su Evangelio a todas las criaturas; hacerlo sin distinción de días ni de personas, pues Dios no es sólo Dios de un grupo, sino que quiere ser Padre de todos; y esa es la misión que tiene la Iglesia: Hacer llegar a todos este mensaje de salvación.

Habiendo fortalecido nuestros lazos de Comunión con Dios y con los hermanos, no podemos quedarnos en una religión sólo de verdades aprendidas en la cabeza y proclamadas, tal vez enseñadas con maestría, a los demás. La fe no es sólo para confesarse con los labios; hay que confesarla con la obras. Y esas obras deben brotar del amor hacia Dios y del amor hacia el prójimo. Si no tenemos una esperanza real de que es posible un mundo más justo, más fraterno, más lleno de paz y de alegría, podemos tal vez pasarnos largas horas en oración; podemos ser muy fieles cumplidores del precepto dominical; pero seremos muy malos cristianos, pues en la vida ordinaria viviremos a la deriva, sin ilusiones, sin una capacidad de llevar adelante el proyecto de Dios sobre la humanidad, pues lo habremos ignorado y sólo nos preocuparán las cosas de la tierra de un modo egoísta. Si en verdad creemos en Cristo, además de acudir para darle culto por medio de los actos litúrgicos, debemos permitirle al Espíritu Santo que nos llene para que podamos trabajar en la familia, y en los diversos ambientes sociales, dándole un nuevo rumbo a la historia; sólo entonces valdrá la pena creer en Dios, darle culto y hacer nuestro su Mensaje de Salvación para proclamarlo a los demás desde nuestra propia experiencia de Dios.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de vivir con la máxima conciencia la unción del Espíritu Santo que hemos recibido, para que a impulsos de Él, tanto demos culto a Dios mediante la oración, como también lo hagamos siendo fieles a su Palabra, que nos pide estar al servicio de los demás para conducirlos a Cristo. Amén.

www.homiliacatolica.com


Santo Rosario por las hnas Siervas de los corazones traspasados de Jesús y María Misterios Dolorosos - Martes y Viernes


Homilías de viva voz por el Padre Nelson Medina,O.P.

(Nota: Haga click en los enlaces para escuchar los audios)

Núm.

Datos

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Más...

1
1996/01/16

Dios viene a reinar para ser el Único que está sobre nosotros.
00:08:30
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2
2000/01/18

"La mirada de Dios no es como la mirada del hombre".
00:12:47
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3
2010/01/19


00:35:29
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4
2012/01/17

David no contaba ante los ojos de los hombres. Dios, en cambio, había puesto su mirada en él, lo mismo que David había aprendido a fiarse de Dios.
00:04:54
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5
2014/01/21

Riqueza del mandamiento de "santificar las fiestas."
00:05:00
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6
2016/01/19

Nuestra fe en Cristo requiere una renovación constante para que su reinado siempre triunfe sobre los distintos ídolos, formas de engaño y tinieblas de nuestro corazón.
00:05:49
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