De la Feria. Salterio I
16 de enero
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
INVITATORIO
Ant. Del Señor es la tierra y cuanto la llena; venid, adorémosle.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Himno: EN EL NOMBRE DEL PADRE, DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu,
salimos de la noche y estrenamos la aurora;
saludamos el gozo de la luz que nos llega
resucitada y resucitadora.
Tu mano acerca el fuego a la tierra sombría,
y el rostro de las cosas se alegra en tu presencia;
silabeas el alba igual que una palabra,
tú pronuncias el mar como sentencia.
Regresa, desde el sueño, el hombre a su memoria,
acude a su trabajo, madruga a sus dolores;
le confías la tierra, y a la tarde la encuentras
rica de pan y amarga de sudores.
Y tú te regocijas, oh Dios, y tu prolongas
en sus pequeñas manos tus manos poderosas,
y estáis de cuerpo entero los dos así creando,
los dos así velando por las cosas.
¡Bendita la mañana que trae la noticia
de tu presencia joven, en gloria y poderío,
la serena certeza con que el día proclama
que el sepulcro de Cristo está vacío! Amén.
SALMODIA
Ant 1. Me adelanto a la aurora pidiendo auxilio.
Salmo 118, 145-152 TE INVOCO DE TODO CORAZÓN
Te invoco de todo corazón;
respóndeme, Señor, y guardaré tus leyes;
a ti grito: sálvame,
y cumpliré tus decretos;
me adelanto a la aurora pidiendo auxilio,
esperando tus palabras.
Mis ojos se adelantan a las vigilias de la noche,
meditando tu promesa;
escucha mi voz por tu misericordia,
con tus mandamientos dame vida;
ya se acercan mis inicuos perseguidores,
están lejos de tu voluntad.
Tú, Señor, estás cerca,
y todos tus mandatos son estables;
hace tiempo comprendí que tus preceptos
los fundaste para siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Me adelanto a la aurora pidiendo auxilio.
Ant 2. Mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación.
Cántico: HIMNO A DIOS, DESPUÉS DE LA VICTORIA DEL MAR ROJO Ex 15, 1-4. 8-13. 17-18
Cantaré al Señor, sublime es su victoria,
caballos y carros ha arrojado en el mar.
Mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación.
Él es mi Dios: yo lo alabaré;
el Dios de mis padres: yo lo ensalzaré.
El Señor es un guerrero,
su nombre es «El Señor».
Los carros del faraón los lanzó al mar,
ahogó en el mar rojo a sus mejores capitanes.
Al soplo de tu ira se amontonaron las aguas,
las corrientes se alzaron como un dique,
las olas se cuajaron en el mar.
Decía el enemigo: «Los perseguiré y alcanzaré,
repartiré el botín, se saciará mi codicia,
empuñaré la espada, los agarrará mi mano.»
Pero sopló tu aliento y los cubrió el mar,
se hundieron como plomo en las aguas formidables.
¿Quién como tú, Señor, entre los dioses?
¿Quién como tu, terrible entre los santos,
temibles por tus proezas, autor de maravillas?
Extendiste tu diestra: se los tragó la tierra;
guiaste con misericordia a tu pueblo rescatado,
los llevaste con tu poder hasta tu santa morada.
Lo introduces y lo plantas en el monte de tu heredad,
lugar del que hiciste tu trono, Señor;
santuario, Señor, que fundaron tus manos.
El Señor reina por siempre jamás.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación.
Ant 3. Alabad al Señor, todas las naciones.
Salmo 116 - INVITACIÓN UNIVERSAL A LA ALABANZA DIVINA.
Alabad al Señor, todas las naciones,
aclamadlo, todos los pueblos:
Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Alabad al Señor, todas las naciones.
LECTURA BREVE 2Pe 1, 10-11
Hermanos, poned más empeño todavía en consolidar vuestra vocación y elección. Si hacéis así, nunca jamás tropezaréis; de este modo se os concederá generosamente la entrada en el reino eterno de nuestro Señor y salvador Jesucristo.
RESPONSORIO BREVE
V. A ti grito, Señor, tú eres mi refugio.
R. A ti grito, Señor, tú eres mi refugio.
V. Mi heredad en el país de la vida.
R. Tú eres mi refugio.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. A ti grito, Señor, tú eres mi refugio.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Ilumina, Señor, a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Ilumina, Señor, a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte.
PRECES
Bendigamos a Cristo que para ser ante Dios el pontífice misericordioso y fiel de los hombres se hizo en todo semejante a nosotros, y supliquémosle diciendo:
Muéstranos, Señor, los tesoros de tu amor.
Señor, sol de justicia, que nos iluminaste en el bautismo,
te consagramos este nuevo día.
Que sepamos bendecirte en cada uno de los momentos de nuestra jornada
y glorifiquemos tu nombre con cada una de nuestras acciones.
Tú que tuviste por madre a María, siempre dócil a tu palabra,
encamina hoy nuestros pasos para que obremos también como ella según tu voluntad.
Haz que mientras vivimos aún en este mundo que pasa anhelemos la vida eterna
y por la fe, la esperanza y el amor vivamos ya contigo en tu reino.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Con la misma confianza que tienen los hijos con su padre, acudamos nosotros a nuestro Dios, diciéndole:
Padre nuestro...
ORACION
Te pedimos, Señor, que la claridad de la resurrección de tu Hijo ilumine las dificultades de nuestra vida; que no temamos ante la oscuridad de la muerte y podamos llegar un día a la luz que no tiene fin. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Primer Libro de Samuel 9,1-4.17-19.10,1a.
Había un hombre de Benjamín llamado Quis, hijo de Abiel, hijo de Seror, hijo de Becorat, hijo de Afiaj, hijo de un benjaminita. El hombre estaba en muy buena posición,
y tenía un hijo llamado Saúl, que era joven y apuesto. No había entre los israelitas otro más apuesto que él; de los hombros para arriba, sobresalía por encima de todos los demás.
Una vez, se le extraviaron las asnas a Quis, el padre de Saúl. Quis dijo entonces a su hijo Saúl: "Lleva contigo a uno de los servidores y ve a buscar las asnas".
Ellos recorrieron las montaña de Efraím y atravesaron la región de Salisá, sin encontrar nada. Cruzaron por la región de Saalém, pero no estaban allí. Recorrieron el territorio de Benjamín, y tampoco las hallaron.
Cuando Samuel divisó a Saúl, el Señor le advirtió: "Este es el hombre de quien te dije que regirá a mi pueblo".
Saúl se acercó a Samuel en medio de la puerta de la ciudad, y le dijo: "Por favor, indícame dónde está la casa del vidente".
"El vidente soy yo, respondió Samuel a Saúl; sube delante de mí al lugar alto. Hoy ustedes comerán conmigo. Mañana temprano te dejaré partir y responderé a todo lo que te preocupa.
Samuel tomó el frasco de aceite y lo derramó sobre la cabeza de Saúl. Luego lo besó y dijo: "¡El Señor te ha ungido como jefe de su herencia!
Salmo 21(20),2-3.4-5.6-7.
Señor, el rey se regocija por tu fuerza,
¡y cuánto se alegra por tu victoria!
Tú has colmado los deseos de su corazón,
no le has negado lo que pedían sus labios.
Porque te anticipas a bendecirlo con el éxito
y pones en su cabeza una corona de oro puro.
Te pidió larga vida y se la diste:
días que se prolongan para siempre.
Su gloria se acrecentó por tu triunfo,
tú lo revistes de esplendor y majestad;
le concedes incesantes bendiciones,
lo colmas de alegría en tu presencia.
Evangelio según San Marcos 2,13-17.
Jesús salió nuevamente a la orilla del mar; toda la gente acudía allí, y él les enseñaba.
Al pasar vio a Leví, hijo de Alfeo, sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: "Sígueme". El se levantó y lo siguió.
Mientras Jesús estaba comiendo en su casa, muchos publicanos y pecadores se sentaron a comer con él y sus discípulos; porque eran muchos los que lo seguían.
Los escribas del grupo de los fariseos, al ver que comía con pecadores y publicanos, decían a los discípulos: "¿Por qué come con publicanos y pecadores?".
Jesús, que había oído, les dijo: "No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores".
LECTURAS: 1SAM 9, 1-4. 10. 17-19; 10, 1a; SAL 20; MC 2, 13-17
1Sam. 9, 1-4. 10. 17-19; 10, 1a. Saúl es el primero que ha sido ungido como jefe del Pueblo de Israel y constituido salvador del mismo. Se inicia así el camino que culminará con el Ungido, o Mesías de Dios, que será también el Salvador del mundo: Jesucristo. La forma como Dios cumple sus planes a veces son incomprensibles. La pérdida y búsqueda de unos animales lleva a Saúl hasta la presencia de Samuel, a quien Dios le dice: este es el que estará al frente de mi pueblo como Jefe, úngelo. Pongámonos en manos de Dios; vayamos siempre en su presencia, sabiendo que Dios tiene un plan de salvación para nosotros. Estemos abiertos para reconocer la voluntad de Dios y vivir conforme a ella para que Dios lleve adelante su obra de salvación en nosotros y por medio nuestro; pues su Iglesia no puede inventarse sus propios caminos, sino caminar con un amor fiel en los designios maravillosos de Dios, que quiere que todos le conozcan y alcancen la salvación por medio de la Comunidad de creyentes.
Sal. 20. Dios ha dado a su propio Hijo, Jesús, el poder sobre el pecado, el mal y la muerte. Él se ha levantado victorioso sobre sus enemigos, y a nosotros, que creemos en Él, nos ha hecho partícipes de esa victoria. A pesar de que era el Hijo aprendió a obedecer padeciendo, y llegado a su perfección llevó consigo a todos los que creemos en Él. Pero no basta confesar con los labios que Jesús es Señor de nuestra vida. Es necesario manifestar con las obras que en verdad nosotros permanecemos en Dios y Dios en nosotros. Que Él nos conceda vivir sin esclavitudes al pecado; que nos ayude para que jamás seamos signos de muerte, sino más bien de vida, para cuantos nos traten. Que llevemos el signo de la victoria de Cristo en nuestra propia vida, porque aprendamos a amar a los demás, como nosotros hemos sido amados por el Señor.
Mc. 2, 13-17. Jesucristo vino a buscar y a salvar todo lo que se había perdido. Y, nos dice san Pablo: Esta doctrina es segura y debe ser aceptada sin reservas: Jesucristo vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. Si alguno dice que no tiene pecado, es un mentiroso y quiere hacer pasar a Dios también por mentiroso. Dios envió a su propio Hijo para salvarnos a todos del pecado y hacernos hijos suyos. Nadie puede creerse puro. Y si alguien viviese sin pecado, lo cual es muy difícil, pues la escritura dice que hasta el justo peca siete veces al día, debería ser el primero en compadecerse de quienes, viviendo bajo el dominio del pecado, han de ser liberados de sus esclavitudes y ser conducidos a Cristo para alcanzar en Él la salvación. Jamás despreciemos a quienes viven tal vez hundidos en grandes miserias. No huyamos de ellos. Por ellos Cristo dio su vida en la Cruz. Y para ellos Cristo fundó su Iglesia; pues en ella todos, sin excepción, han de encontrar el camino que les conduzca al Padre.
El Hijo de Dios, hecho uno de nosotros en la humildad de nuestra carne mortal, vivió cercano a los pobres y a los pecadores. Él vino a decirles y a demostrarles cuánto los sigue amando el Padre Dios. Y nosotros, pobres y pecadores, hemos sido invitados, en este día, a participar mediante esta Eucaristía, de la gran riqueza de salvación que Dios ha reservado para los suyos. Y a nosotros nos quiere suyos. Para eso nos ha convocado en este día, para ofrecernos su perdón y para hacernos, nuevamente, partícipes de su vida divina. ¿Habrá acaso un amor más grande de Dios hacia nosotros? Dios nos quiere parte de su Reino y Familia. Para eso nos ha ungido con su Espíritu. Y llenos de su Espíritu nos quiere como un signo de su salvación en el mundo y su historia. Por eso Él le ha confiado a la Iglesia el ministerio de la reconciliación. No podemos, por tanto, conformarnos con proclamar el Evangelio del Señor a quienes ya viven cerca de Dios, sino ir al encuentro de toda clase de pecadores, y sin miedo a ser mal juzgados o criticados, anunciarles el gran amor que Dios nos tiene a todos.
Jesucristo convive y come con los pecadores. Los llama para que estén con Él, pues quiere convertirlos en testigos de su Evangelio. Con esas actitudes Él quiere hacernos entender que nadie puede hablar del amor y del perdón de Dios mientras no lo haya experimentado en su propia vida. Por eso el Apóstol, el Testigo del Evangelio no es el erudito, sino el amigo de Dios. Esto no puede llevarnos a despreciar a quienes dedican su vida a investigar las cosas de Dios; pero mientras sólo los hinche la ciencia y no vivan cercanos a Dios podrán dejarnos deslumbrados con sus investigaciones, pero de ahí no podrá surgir la salvación. No son los sabios, sino los santos los que, por su unión con Dios, serán los auténticos colaboradores para que a todos llegue la salvación. Efectivamente, la salvación vendrá del desierto; de aquellos que viven una relación íntima con Dios en un auténtico silencio sonoro. Quien escuche al Señor, quien se deje amar y transformar por Él, a pesar de que haya sido el más grande de los pecadores, podrá hablarnos, desde su propia experiencia, del Dios salvador, del Dios que es amor y que es misericordia.
Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la apertura necesaria para dejarnos amar, perdonar y enviar por Él. Que así, desde una vida que el mismo Señor restaura, podamos dar testimonio al mundo de cuánto nos ama Dios, y cómo para Él no cuentan los criterios humanos, sino sólo su amor, su bondad y su misericordia para quienes eligió para que fuesen uno en Cristo. Amén.
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Había un hombre de Benjamín llamado Quis, hijo de Abiel, hijo de Seror, hijo de Becorat, hijo de Afiaj, hijo de un benjaminita. El hombre estaba en muy buena posición,
y tenía un hijo llamado Saúl, que era joven y apuesto. No había entre los israelitas otro más apuesto que él; de los hombros para arriba, sobresalía por encima de todos los demás.
Una vez, se le extraviaron las asnas a Quis, el padre de Saúl. Quis dijo entonces a su hijo Saúl: "Lleva contigo a uno de los servidores y ve a buscar las asnas".
Ellos recorrieron las montaña de Efraím y atravesaron la región de Salisá, sin encontrar nada. Cruzaron por la región de Saalém, pero no estaban allí. Recorrieron el territorio de Benjamín, y tampoco las hallaron.
Cuando Samuel divisó a Saúl, el Señor le advirtió: "Este es el hombre de quien te dije que regirá a mi pueblo".
Saúl se acercó a Samuel en medio de la puerta de la ciudad, y le dijo: "Por favor, indícame dónde está la casa del vidente".
"El vidente soy yo, respondió Samuel a Saúl; sube delante de mí al lugar alto. Hoy ustedes comerán conmigo. Mañana temprano te dejaré partir y responderé a todo lo que te preocupa.
Samuel tomó el frasco de aceite y lo derramó sobre la cabeza de Saúl. Luego lo besó y dijo: "¡El Señor te ha ungido como jefe de su herencia!
Salmo 21(20),2-3.4-5.6-7.
Señor, el rey se regocija por tu fuerza,
¡y cuánto se alegra por tu victoria!
Tú has colmado los deseos de su corazón,
no le has negado lo que pedían sus labios.
Porque te anticipas a bendecirlo con el éxito
y pones en su cabeza una corona de oro puro.
Te pidió larga vida y se la diste:
días que se prolongan para siempre.
Su gloria se acrecentó por tu triunfo,
tú lo revistes de esplendor y majestad;
le concedes incesantes bendiciones,
lo colmas de alegría en tu presencia.
Evangelio según San Marcos 2,13-17.
Jesús salió nuevamente a la orilla del mar; toda la gente acudía allí, y él les enseñaba.
Al pasar vio a Leví, hijo de Alfeo, sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: "Sígueme". El se levantó y lo siguió.
Mientras Jesús estaba comiendo en su casa, muchos publicanos y pecadores se sentaron a comer con él y sus discípulos; porque eran muchos los que lo seguían.
Los escribas del grupo de los fariseos, al ver que comía con pecadores y publicanos, decían a los discípulos: "¿Por qué come con publicanos y pecadores?".
Jesús, que había oído, les dijo: "No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores".
LECTURAS: 1SAM 9, 1-4. 10. 17-19; 10, 1a; SAL 20; MC 2, 13-17
1Sam. 9, 1-4. 10. 17-19; 10, 1a. Saúl es el primero que ha sido ungido como jefe del Pueblo de Israel y constituido salvador del mismo. Se inicia así el camino que culminará con el Ungido, o Mesías de Dios, que será también el Salvador del mundo: Jesucristo. La forma como Dios cumple sus planes a veces son incomprensibles. La pérdida y búsqueda de unos animales lleva a Saúl hasta la presencia de Samuel, a quien Dios le dice: este es el que estará al frente de mi pueblo como Jefe, úngelo. Pongámonos en manos de Dios; vayamos siempre en su presencia, sabiendo que Dios tiene un plan de salvación para nosotros. Estemos abiertos para reconocer la voluntad de Dios y vivir conforme a ella para que Dios lleve adelante su obra de salvación en nosotros y por medio nuestro; pues su Iglesia no puede inventarse sus propios caminos, sino caminar con un amor fiel en los designios maravillosos de Dios, que quiere que todos le conozcan y alcancen la salvación por medio de la Comunidad de creyentes.
Sal. 20. Dios ha dado a su propio Hijo, Jesús, el poder sobre el pecado, el mal y la muerte. Él se ha levantado victorioso sobre sus enemigos, y a nosotros, que creemos en Él, nos ha hecho partícipes de esa victoria. A pesar de que era el Hijo aprendió a obedecer padeciendo, y llegado a su perfección llevó consigo a todos los que creemos en Él. Pero no basta confesar con los labios que Jesús es Señor de nuestra vida. Es necesario manifestar con las obras que en verdad nosotros permanecemos en Dios y Dios en nosotros. Que Él nos conceda vivir sin esclavitudes al pecado; que nos ayude para que jamás seamos signos de muerte, sino más bien de vida, para cuantos nos traten. Que llevemos el signo de la victoria de Cristo en nuestra propia vida, porque aprendamos a amar a los demás, como nosotros hemos sido amados por el Señor.
Mc. 2, 13-17. Jesucristo vino a buscar y a salvar todo lo que se había perdido. Y, nos dice san Pablo: Esta doctrina es segura y debe ser aceptada sin reservas: Jesucristo vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. Si alguno dice que no tiene pecado, es un mentiroso y quiere hacer pasar a Dios también por mentiroso. Dios envió a su propio Hijo para salvarnos a todos del pecado y hacernos hijos suyos. Nadie puede creerse puro. Y si alguien viviese sin pecado, lo cual es muy difícil, pues la escritura dice que hasta el justo peca siete veces al día, debería ser el primero en compadecerse de quienes, viviendo bajo el dominio del pecado, han de ser liberados de sus esclavitudes y ser conducidos a Cristo para alcanzar en Él la salvación. Jamás despreciemos a quienes viven tal vez hundidos en grandes miserias. No huyamos de ellos. Por ellos Cristo dio su vida en la Cruz. Y para ellos Cristo fundó su Iglesia; pues en ella todos, sin excepción, han de encontrar el camino que les conduzca al Padre.
El Hijo de Dios, hecho uno de nosotros en la humildad de nuestra carne mortal, vivió cercano a los pobres y a los pecadores. Él vino a decirles y a demostrarles cuánto los sigue amando el Padre Dios. Y nosotros, pobres y pecadores, hemos sido invitados, en este día, a participar mediante esta Eucaristía, de la gran riqueza de salvación que Dios ha reservado para los suyos. Y a nosotros nos quiere suyos. Para eso nos ha convocado en este día, para ofrecernos su perdón y para hacernos, nuevamente, partícipes de su vida divina. ¿Habrá acaso un amor más grande de Dios hacia nosotros? Dios nos quiere parte de su Reino y Familia. Para eso nos ha ungido con su Espíritu. Y llenos de su Espíritu nos quiere como un signo de su salvación en el mundo y su historia. Por eso Él le ha confiado a la Iglesia el ministerio de la reconciliación. No podemos, por tanto, conformarnos con proclamar el Evangelio del Señor a quienes ya viven cerca de Dios, sino ir al encuentro de toda clase de pecadores, y sin miedo a ser mal juzgados o criticados, anunciarles el gran amor que Dios nos tiene a todos.
Jesucristo convive y come con los pecadores. Los llama para que estén con Él, pues quiere convertirlos en testigos de su Evangelio. Con esas actitudes Él quiere hacernos entender que nadie puede hablar del amor y del perdón de Dios mientras no lo haya experimentado en su propia vida. Por eso el Apóstol, el Testigo del Evangelio no es el erudito, sino el amigo de Dios. Esto no puede llevarnos a despreciar a quienes dedican su vida a investigar las cosas de Dios; pero mientras sólo los hinche la ciencia y no vivan cercanos a Dios podrán dejarnos deslumbrados con sus investigaciones, pero de ahí no podrá surgir la salvación. No son los sabios, sino los santos los que, por su unión con Dios, serán los auténticos colaboradores para que a todos llegue la salvación. Efectivamente, la salvación vendrá del desierto; de aquellos que viven una relación íntima con Dios en un auténtico silencio sonoro. Quien escuche al Señor, quien se deje amar y transformar por Él, a pesar de que haya sido el más grande de los pecadores, podrá hablarnos, desde su propia experiencia, del Dios salvador, del Dios que es amor y que es misericordia.
Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la apertura necesaria para dejarnos amar, perdonar y enviar por Él. Que así, desde una vida que el mismo Señor restaura, podamos dar testimonio al mundo de cuánto nos ama Dios, y cómo para Él no cuentan los criterios humanos, sino sólo su amor, su bondad y su misericordia para quienes eligió para que fuesen uno en Cristo. Amén.
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Santo Rosario por las hnas Siervas de los corazones traspasados de Jesús y María Misterios Gozosos - Lunes y Sábado
Homilías de viva voz por el Padre Nelson Medina,O.P.
(Nota: Haga click en los enlaces para escuchar los audios)Núm. | Datos | Escuchar | Más... |
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1
|
1996/01/13
| La victoria de Dios se manifiesta en los que son débiles. 00:06:58 | |
2
|
2000/01/15
| Recibir la misericordia de Cristo con todas sus implicaciones. 00:06:55 | |
3
|
2010/01/16
| ¿Cómo encontrarse con Dios? ¿Cómo encontrarse con Jesucristo? 00:14:36 | |
4
|
2012/01/14
| Saúl es un "líder natural," pero no basta tener cualidades si no se ponen al servicio de Dios. 00:04:56 | |
5
|
2012/01/14
| Sucede con aquellos que están internamente desajustados que sus conflictos internos les dificultan alcanzar las propias metas. Cristo tiene algo muy importante para esas vidas. 00:24:15 | |
6
|
2014/01/18
| Al elegir apóstoles tan limitados, humanamente hablando, Cristo manifestaba su ilimitada misericordia y el poder de la divina gracia. 00:05:49 | |
7
|
2014/01/18
| Una cosa es acoger a la persona y otra cosa es aprobar su conducta. 00:04:32 | |
8
|
2016/01/16
| Ver, aceptar y acoger abren la puerta de la misericordia; e iluminar, acompañar, orar y transformar hacen la obra de la misericordia. 00:05:43 |
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