NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES (MEMORIA).
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
INVITATORIO
Ant. Venid, adoremos al Salvador del mundo, de cuya pasión María participó.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Himno: ¿HABRÁ DOLOR MÁS INTENSO?
¿Habrá dolor más intenso
que tu dolor dolorido?
¿Habrá, Señora, un gemido
más soledoso y más denso
que el que te enluta, hondo y tenso,
de morada y negra toca?
¡Oh turba que pasáis loca,
hijas de Jerusalén,
mirad la bondad sin bien:
mojad con hiel vuestra boca!
¿No son más blandas las piedras
y más compasivo el cielo
que mi corazón sin duelo,
cuando tú, como las hiedras
junto a la cruz, no te arredras
de ahogarte en esos oleajes
de hiel? Obscuros celajes
envolvían el Calvario,
y tú eras, Madre, el sudario
de aquel diluvio de ultrajes.
Dame ese llanto bendito
para llorar mis pecados;
dame esos clavos clavados,
esa corona, ese grito,
ese puñal, ese escrito
y esa cruz para loarte,
para urgirte y consolarte,
Oh Virgen de los Dolores,
para ir sembrando de flores
tu viacrucis parte a parte. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Mi alma está unida a ti, Señor Jesús.
SALMO 62, 2-9 - EL ALMA SEDIENTA DE DIOS
¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré de manjares exquisitos,
y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Mi alma está unida a ti, Señor Jesús.
Ant 2. Estemos alegres cuando compartimos los padecimientos de Cristo.
Cántico: TODA LA CREACIÓN ALABE AL SEÑOR - Dn 3, 57-88. 56
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
No se dice Gloria al Padre.
Ant. Estemos alegres cuando compartimos los padecimientos de Cristo.
Ant 3. Dios quiso reconciliar consigo todas las cosas por la sangre de Cristo.
Salmo 149 - ALEGRÍA DE LOS SANTOS
Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:
para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Dios quiso reconciliar consigo todas las cosas por la sangre de Cristo.
LECTURA BREVE Col 1, 24-25
Ahora me alegro de los padecimientos que he sufrido por vosotros, y voy completando en favor del cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, las tribulaciones que aún me quedan por sufrir con Cristo en mi carne mortal. Pues he sido constituido ministro de la Iglesia conforme a la misión que él me ha confiado respecto de vosotros: dar cumplimiento a la palabra de Dios.
RESPONSORIO BREVE
V. Que por tu intervención, Virgen Maria, obtengamos la salvación.
R. Que por tu intervención, Virgen Maria, obtengamos la salvación.
V. De las llagas de Jesucristo.
R. Obtengamos la salvación.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Que por tu intervención, Virgen Maria, obtengamos la salvación.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Alégrate, Madre dolorosa, porque, después de tanto sufrir, te ves ahora rodeada de gloria y colocada, como reina del universo, al lado de tu Hijo.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Alégrate, Madre dolorosa, porque, después de tanto sufrir, te ves ahora rodeada de gloria y colocada, como reina del universo, al lado de tu Hijo
PRECES
Elevemos nuestras súplicas al Salvador, que quiso nacer de María Virgen, y digámosle:
Que tu santa Madre, Señor, interceda por nosotros.
Sol de justicia, a quien María Virgen precedía cual aurora luciente,
haz que vivamos siempre iluminados por la claridad de tu presencia.
Palabra eterna del Padre, tú que elegiste a María como arca de tu morada,
líbranos de toda ocasión de pecado.
Salvador del mundo, que quisiste que tu Madre estuviera junto a tu cruz,
por su intercesión concédenos compartir con alegría tus padecimientos.
Señor Jesús, que colgado en la cruz entregaste María a Juan como madre,
haz que nosotros vivamos también como hijos suyos.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Según el mandato del Señor, digamos confiadamente:
Padre nuestro...
ORACIONDios nuestro, que quisiste que la Madre de tu Hijo estuviera a su lado junto a la cruz, participando en sus sufrimientos, concede a tu Iglesia que, asociada con María a la pasión de Cristo, merezca también participar en su gloriosa resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Primera Carta de San Pablo a Timoteo 3,1-13.
Es muy cierta esta afirmación: "El que aspira a presidir la comunidad, desea ejercer una noble función".
Por eso, el que preside debe ser un hombre irreprochable, que se haya casado una sola vez, sobrio, equilibrado, ordenado, hospitalario y apto para la enseñanza.
Que no sea afecto a la bebida ni pendenciero, sino indulgente, enemigo de las querellas y desinteresado.
Que sepa gobernar su propia casa y mantener a sus hijos en la obediencia con toda dignidad.
Porque si no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar la Iglesia de Dios?
Y no debe ser un hombre recientemente convertido, para que el orgullo no le haga perder la cabeza y no incurra en la misma condenación que el demonio.
También es necesario que goce de buena fama entre los no creyentes, para no exponerse a la maledicencia y a las redes del demonio.
De la misma manera, los diáconos deben ser hombres respetables, de una sola palabra, moderados en el uso del vino y enemigos de ganancias deshonestas.
Que conserven el misterio de la fe con una conciencia pura.
Primero se los pondrá a prueba, y luego, si no hay nada que reprocharles, se los admitirá al diaconado.
Que las mujeres sean igualmente dignas, discretas para hablar de los demás, sobrias y fieles en todo.
Los diáconos deberán ser hombres casados una sola vez, que gobiernen bien a sus hijos y su propia casa.
Los que desempeñan bien su ministerio se hacen merecedores de honra y alcanzan una gran firmeza en la fe de Jesucristo.
Salmo 100(99),1-2.3.5.6.
Aclame al Señor toda la tierra,
sirvan al Señor con alegría,
lleguen hasta él con cantos jubilosos.
Reconozcan que el Señor es Dios:
él nos hizo y a él pertenecemos;
somos su pueblo y ovejas de su rebaño.
¡Qué bueno es el Señor!
Su misericordia permanece para siempre,
y su fidelidad por todas las generaciones.
Evangelio según San Lucas 7,11-17.
Jesús se dirigió a una ciudad llamada Naím, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud.
Justamente cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, llevaban a enterrar al hijo único de una mujer viuda, y mucha gente del lugar la acompañaba.
Al verla, el Señor se conmovió y le dijo: "No llores".
Después se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron y Jesús dijo: "Joven, yo te lo ordeno, levántate".
El muerto se incorporó y empezó a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre.
Todos quedaron sobrecogidos de temor y alababan a Dios, diciendo: "Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo".
El rumor de lo que Jesús acababa de hacer se difundió por toda la Judea y en toda la región vecina.
LECTURAS: 1TIM 3, 1-13; SAL 100; LC 7, 11-17
1Tim. 3, 1-13. Imposible que alguien pueda convertirse en maestro, en guía de los demás en la fe y en el amor a Cristo si primero no vive él mismo su compromiso con el Señor. No basta tener ciencia, sino experiencia de Cristo, pues nadie da lo que no tiene. Si en algún momento nosotros proclamamos el Nombre del Señor, pero vivimos en contra de aquello que anunciamos, lo único que hacemos es que la fe caiga en descrédito, y nosotros mismos dejaremos de ser creíbles y perderemos autoridad moral. Por eso, con humildad, meditemos la Palabra de Dios para que comprendamos cuál es la esperanza a que hemos sido llamados por él; cuál es la riqueza de la gloria otorgada por Él en herencia a los santos; y cuál la soberana grandeza de su poder para con nosotros, los creyentes, conforme a la eficacia de su fuerza poderosa manifestada en el misterio Pascual de su Hijo. Sin embargo, recordemos que no basta con meditar y conocer la voluntad de Dios; es necesario lleva a cabo las enseñanzas del Señor para que la proclamación del Evangelio no la hagamos conforme a nuestra ciencia humana, sino conforme a lo que Dios espera de nosotros para que, por nuestra experiencia personal de su Palabra, seamos convertido en signos creíbles de esa misma Palabra para los demás.
Sal. 100. Hemos de ser los primeros en actuar de un modo correcto. Libres de la maldad y de todo afecto desordenado, unidos a Cristo, nuestro esfuerzo continuo se ha de dirigir a lograr que la maldad deje de encadenar a muchos corazones. Nuestra lucha no es en contra de los pecadores, sino en contra del pecado que se ha adueñado de quienes han sido llamados a participar de la misma vida de Dios. Cristo ha venido no a destruirnos, sino a perdonarnos, buscando a todos los pecadores para salvarlos, como el pastor busca la oveja descarriada para llevarla de vuelta al redil. Quienes creemos en Cristo hemos de hacer nuestra esa misma Misión y preocupación del Señor buscando al hombre pecador no para condenarlo, sino para conducirlo a un encuentro personal con Él y poder así, junto con nosotros, disfrutar de la salvación que Dios ofrece a todos.
Lc. 7, 11-17. Los discípulos de Jesús, que somos su Iglesia, hemos de ser conscientes de que nunca actuamos al margen de Jesús. Más bien la Iglesia prolonga la primera encarnación del Hijo de Dios. Por medio nuestro es el Señor quien exhorta y llama a todos a la conversión; por medio nuestro es el Señor quien continúa ofreciendo su amor misericordioso y salvador al pecador. Por medio nuestro el Señor continúa siendo, en el mundo, el Dios-con-nosotros; Aquel que permanece con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Caminando con nosotros, con nosotros sale al encuentro del hombre que ha sido dominado por el autor del pecado y de la muerte y le anuncia una Palabra de conversión capaz de levantarlo de sus miserias y capaz de hacerle testigo de la Buena Nueva del amor de Dios. Así, vuelto el pecador al seno de la Iglesia podrá ser motivo de que todos glorifiquen el Nombre del Señor, pues su testimonio, nacido de una experiencia vital de la misericordia divina, se convertirá en un anuncio no inventado, sino vivido del amor que Dios tiene a todos aquellos a quienes ha venido a buscar para salvarlos y no para condenarlos.
En esta Eucaristía Dios sale a nuestro encuentro para ofrecernos su perdón y la participación en su vida divina. Celebrar la Eucaristía no es sólo estar presentes en este acto litúrgico, sino entrar en comunión con el Señor de la vida, para que, junto con Él nos convirtamos en fuente de vida para todos aquellos con quienes nos relacionemos. Así, caminaremos junto con el Señor haciendo el bien y no el mal; junto con Él seremos capaces de detenernos ante la miseria humana y no permitir que la existencia de quienes van por un camino equivocado se deteriore cada vez más, sino que recuperen su dignidad de hijos de Dios y, vueltos a la vida de la gracia, puedan, nuevamente cantar la maravillas del Señor.
Al igual que Cristo, pasemos siempre haciendo el bien a todos. Estemos del lado de Cristo como fieles discípulos suyos; caminemos con Él. Sepamos que, estando el Señor con nosotros, debemos convertirnos en portadores de su amor que salva, que devuelve la vida, que levanta a los abatidos y a los de corazón apocado. Quien dice creer en Cristo y actúa como portador de signos de muerte, como alguien que destruye la paz y la alegría de los demás, como quien desestabiliza naciones u hogares, no puede considerarse portador del Evangelio; pues aun cuando pronuncie discursos muy bellos sobre Cristo, su vida, sus actitudes, sus obras estarán indicando que más que llevar un espíritu vivificado por Cristo, carga un espíritu dañado, muerto a causa del pecado que le ha dominado. Dejemos que el Señor nos perdone, nos devuelva a la vida, infunda en nosotros su Espíritu; que su Palabra nos santifique y nos haga portadores de su amor, de su verdad, de su paz, de su bondad y de su misericordia para todos los pueblos.
Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, la gracia de dejarnos amar por Dios, para que nos transforme en signos creíbles de su vida ante nuestros hermanos; y así, guiados por su Espíritu, colaboremos para que todos se encuentren con el Señor de la Vida y se dejen transformar por Él. Amén.
Lc. 2, 33-35. Simeón, símbolo de aquellos que, con un corazón de pobres y abiertos a Dios, reconocen la presencia del Señor entre nosotros por medio de su Hijo, hecho uno de nosotros, Cristo Jesús. Símbolo de quienes reciben, no sólo en sus brazos sino en su corazón, al Enviado de Dios. Símbolo de quienes, teniéndolo consigo, lo anuncian a los demás. Simeón bendice a María; así la Iglesia debe ser motivo de bendición para el mundo entero. Para los que creemos en Cristo Él no puede ser motivo de ruina sino de resurgimiento para nosotros, pues hemos aceptado la Voluntad del Padre Dios que nos envió a su Hijo, no para condenarnos sino para salvarnos. María, al pie de la cruz, experimentará el dolor más profundo en su corazón como una espada que lo atraviesa al contemplar el abandono y la traición de aquellos que acompañaban a Jesús. Nosotros no podemos vivir en la hipocresía de una fe falta de un auténtico compromiso con el Señor. Si nos decimos cristianos manifestémoslo con una vida de fidelidad a las enseñanzas de Jesús Salvador, Señor y Hermano nuestro.
Jesús que ha sido elevado, ha atraído hacia sí a la humanidad entera. Y Él nos atrae para perdonarnos, para hacernos hijos de Dios y para darnos la salvación eterna. La Iglesia participa del Misterio Pascual de Cristo envuelto en persecuciones, traiciones y muerte, pero también en la Vida que se levanta victoriosa sobre el pecado y la muerte. Hoy nos reunimos ante el Señor para hacer nuestra esa Victoria del Señor de la Iglesia. Es el amor el que nos une a Cristo y a los hermanos. Juntos caminamos hacia la Gloria. Y ya desde ahora nos comenzamos a gozarnos en el Señor mediante la Eucaristía, en torno a la cual se construye la Iglesia. Efectivamente es en la Eucaristía donde vamos redescubriendo nuestro compromiso de amor fiel y de entrega amorosa, siempre buscando el bien de los demás a costa de todo. Unamos nuestra vida, en amor, al Señor. A partir de este compromiso renovado con Cristo, procuremos que la Vida de la gracia llegue a todos en un amor sincero, a la altura del que Dios nos tiene a nosotros.
No tengamos miedo. En el mundo tendremos persecuciones, pero ¡Animo! nuestro Dios y Señor, Cristo Jesús, ha vencido al mundo. Nuestro seguimiento del Señor, nuestra fidelidad a Él, la proclamación de su Evangelio, nuestro testimonio del Evangelio hecho vida en nosotros nos puede acarrear serios problemas a todos los niveles. Pero no importa que una espada de dolor atraviese el corazón de la Iglesia; nosotros debemos perseverar fieles hasta el final. Ojalá y no seamos nosotros los que atraviesen el corazón de los demás con la espada de la injusticia, del egoísmo, de la incomprensión, de nuestros escándalos, de aquello que aplasta la dignidad personal o los derechos fundamentales de los demás. Cristo nos envió como Mensajeros de la paz, de la alegría, del amor y del perdón; nos envió como constructores de su Reino. Ante esta Misión que Él nos ha confiado sólo el amor será digno de crédito.
Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de que así como Ella permaneció siempre fiel a la voluntad de Dios, así nosotros vivamos y caminemos en un amor siempre fiel a nuestro Dios y Padre. Amén.
Santo Rosario por las Hnas Siervas de los corazones traspasados de Jesús y María Misterios Dolorosos - Martes y Viernes
No hay comentarios:
Publicar un comentario