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miércoles, 9 de septiembre de 2015

"En tu presencia cada día" - para el viernes 11 septiembre 2015

LAUDES
(Oración de la mañana)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

INVITATORIO
Ant. Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia. 

Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.


Himno: CREADOR SEMPITERNO DE LAS COSAS.
Creador sempiterno de las cosas,
que gobiernas las noches y los días,
y, alternando la luz y las tinieblas,
alivias el cansancio de la vida.

Pon tus ojos, Señor, en quien vacila,
que a todos corrija tu mirada:
con ella sostendrás a quien tropieza
y harás que pague su delito en lágrimas.

Alumbra con tu luz nuestros sentidos,
desvanece el sopor de nuestras mentes,
y sé el primero a quien, agradecidas,
se eleven nuestras voces cuando suenen.

Glorificado sea el Padre eterno,
así como su Hijo Jesucristo,
y así como el Espíritu Paráclito,
ahora y por los siglos de los siglos. Amén.

SALMODIA
Ant 1. Contra ti, contra ti solo pequé, Señor; ten misericordia de mí.
Salmo 50 - CONFESIÓN DEL PECADOR ARREPENTIDO
Misericordia, Dios mío, por tu bondad;
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.

Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.

En la sentencia tendrás razón,
en el juicio brillará tu rectitud.
Mira, que en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.

Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.

Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.

¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.

Líbrame de la sangre, ¡oh Dios,
Dios, Salvador mío!,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.

Los sacrificios no te satisfacen;
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado:
un corazón quebrantado y humillado
tú no lo desprecias.

Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Contra ti, contra ti solo pequé, Señor; ten misericordia de mí.

Ant 2. Reconocemos, Señor, nuestra impiedad; hemos pecado contra ti.

Cántico: LAMENTACIÓN DEL PUEBLO EN TIEMPO DE HAMBRE Y DE GUERRA - Jr 14,17-21
Mis ojos se deshacen en lágrimas,
día y noche no cesan:
por la terrible desgracia de la doncella de mi pueblo,
una herida de fuertes dolores.

Salgo al campo: muertos a espada;
entro en la ciudad: desfallecidos de hambre;
tanto el profeta como el sacerdote
vagan sin sentido por el país.

¿Por qué has rechazado del todo a Judá?
¿tiene asco tu garganta de Sión?
¿Por que nos has herido sin remedio?
Se espera la paz, y no hay bienestar,
al tiempo de la cura sucede la turbación.

Señor, reconocemos nuestra impiedad,
la culpa de nuestros padres,
porque pecamos contra ti.

No nos rechaces, por tu nombre,
no desprestigies tu trono glorioso;
recuerda y no rompas tu alianza con nosotros.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Reconocemos, Señor, nuestra impiedad; hemos pecado contra ti.

Ant 3. El Señor es Dios y nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño.

Salmo 99 - ALEGRÍA DE LOS QUE ENTRAN EN EL TEMPLO.
Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:

«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor es Dios y nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño.

LECTURA BREVE   2Co 12, 9b-10
Muy a gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo. Por eso vivo contento en medio de mis debilidades, de los insultos, las privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo. Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte

.RESPONSORIO BREVE
V. En la mañana hazme escuchar tu gracia.
R. En la mañana hazme escuchar tu gracia.

V. Indícame el camino que he de seguir.
R. Hazme escuchar tu gracia.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. En la mañana hazme escuchar tu gracia.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. El Señor ha visitado y redimido a su pueblo.

Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR      Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 
El Señor ha visitado y redimido a su pueblo.

PRECESInvoquemos a Cristo, que nació, murió y resucitó por su pueblo, diciendo:

Salva, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.

Te bendecimos, Señor, a ti que por nosotros aceptaste el suplicio de la cruz:
mira con bondad a tu familia santa, redimida con tu sangre.

Tú que prometiste a los que en ti creyeran que manarían de su interior torrentes de agua viva,
derrama tu Espíritu sobre todos los hombres.

Tú que enviaste a los discípulos a predicar el Evangelio,
haz que los cristianos anuncien tu palabra con fidelidad.

A los enfermos y a todos los que has asociado a los sufrimientos de tu pasión,
concédeles fortaleza y paciencia.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Llenos del Espíritu de Jesucristo, acudamos a nuestro Padre común, diciendo:

Padre nuestro...

ORACION
Ilumina, Señor, nuestros corazones y fortalece nuestras voluntades, para que sigamos siempre el camino de tus mandatos, reconociéndote como nuestro guía y maestro. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén. 


Primera Carta de San Pablo a Timoteo 1,1-2.12-14. 
Pablo, Apóstol de Jesucristo por mandato de Dios, nuestro Salvador, y de Cristo Jesús, nuestra esperanza,
saluda a Timoteo, su verdadero hijo en la fe. Te deseo la gracia, la misericordia y la paz que proceden de Dios padre y de Cristo Jesús, nuestro Señor.
Doy gracias a nuestro Señor Jesucristo, porque me ha fortalecido y me ha considerado digno de confianza, llamándome a su servicio
a pesar de mis blasfemias, persecuciones e insolencias anteriores. Pero fui tratado con misericordia, porque cuando no tenía fe, actuaba así por ignorancia.
Y sobreabundó en mí la gracia de nuestro Señor, junto con la fe y el amor de Cristo Jesús.



Salmo 16(15),1-2a.5.7-8.11. 
Protégeme, Dios mío,
porque me refugio en ti.
Yo digo al Señor:
«Señor, tú eres mi bien.»

El Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz,
¡tú decides mi suerte!
Bendeciré al Señor que me aconseja,
¡hasta de noche me instruye mi conciencia!

Tengo siempre presente al Señor:
él está a mi lado, nunca vacilaré.
Me harás conocer el camino de la vida,
saciándome de gozo en tu presencia,

de felicidad eterna a tu derecha.



Evangelio según San Lucas 6,39-42. 
Jesús hizo a sus discípulos esta comparación: "¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en un pozo?
El discípulo no es superior al maestro; cuando el discípulo llegue a ser perfecto, será como su maestro.
¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo?
¿Cómo puedes decir a tu hermano: 'Hermano, deja que te saque la paja de tu ojo', tú, que no ves la viga que tienes en el tuyo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano." 


Tim. 1, 1-2. 12-14. A Timoteo, cristiano de origen judeo pagano; muy amigo y compañero de viaje del Apóstol de los gentiles y ahora al frente de una comunidad cristiana, Pablo le escribe una carta llena de afecto llamándole su verdadero hijo en la fe. Lo invita a la fidelidad y Pablo mismo, desde su experiencia personal de la misericordia divina, invita a Timoteo a vivir en la fe, en la gracia, en la misericordia y en la paz, que provienen de Dios. A pesar de nuestras miserias pasadas, Dios jamás nos abandonará. Él quiere, no sólo que todos los hombres se salven, sino que se conviertan en testigos suyos, sabiendo que quien en verdad ha experimentado el amor de Dios podrá convertirse en un fidedigno testigo que, con la fuerza del Espíritu Santo, podrá ayudar a los demás a ir por el mismo camino que ya han andado sus propios pies. Seamos, pues, portadores del amor de Dios, proclamando ante los demás lo misericordioso que ha sido el Señor para con cada uno de nosotros.

Sal 15. En el reparto de herencias, a nosotros nos ha tocado el Señor. Muchos han recibido riquezas, naciones enteras. Nosotros tenemos al Señor como nuestro refugio, como nuestro consejero, como nuestro protector, como nuestro gozo y nuestra alegría perpetua. Por eso, sintamos en nosotros la paz, la confianza de saber que el Señor vela por nosotros. Nosotros, por nuestra parte, dejémonos instruir y conducir por Él, pues Él no sólo quiere estar con nosotros en nuestro camino por esta vida, sino que nos quiere junto a Él en la vida eterna; pero esto sólo está reservado para quienes le viven fieles.

Lc. 6, 39-42. Quien quiera conducir a su prójimo por el camino del amor, de la fidelidad, de la rectitud, antes debe dejarse conducir por Cristo por el mismo camino. El camino de perfección no es algo inventado por el hombre; Jesús va delante de nosotros. Él nos dijo que era necesario que el Hijo del hombre padeciera todo lo que tuvo que padecer para entrar así en su Gloria. El Señor nos invita a tomar nuestra cruz de cada día y seguirlo. No podemos caminar al margen de su ejemplo y de sus palabras. Querer hacer fácil el camino del hombre que llega a la perfección en Dios es tanto como dar palos de ciego. Por eso, nosotros mismos hemos de ser los primeros en vivir en el amor de Dios, aceptando el ser renovados por Él, pues sólo así Él hará que resplandezcamos con la misma perfección que nos manifestó en Cristo Jesús. Permitámosle al Señor quitar de nosotros la paja o la viga de nuestras maldades, para que, por ningún motivo, nos convirtamos en jueces, sino en hermanos, llenos de bondad y de misericordia para con todos, pues así nosotros hemos sido amados y comprendidos por Dios.

Dios nos ha convocado en esta Eucaristía considerándonos dignos de confianza para ponernos a su servicio. A pesar de que pudiéramos haber estado en una fosa profunda y cenagosa, el Señor se ha inclinado hacia nosotros y nos ha tendido la mano, por medio de Jesús, su Hijo hecho uno de nosotros por obra del Espíritu Santo, en el Seno Virginal de María de Nazaret; asentó nuestros pies sobre roca firme y ha consolidado nuestros pasos para que, sin tropiezos, caminemos haciendo el bien a todos. Por eso, en esta reunión Eucarística le entonamos un cántico nuevo, que procede de la presencia del Espíritu en nosotros. No sólo venimos a alabarlo con los labios, sino que traemos nuestras obras; aquello bueno que, en su Nombre hemos hecho a favor de los demás, pues no somos siervos inútiles y mudos, sino que, elevados a la dignidad de hijos de Dios, nos hemos de esforzar día a día por dar a conocer su Nombre a todos, especialmente mediante nuestro testimonio de vida. Sabiendo, sin embargo, que somos frágiles, en esta Eucaristía nosotros mismos nos ponemos sobre el Altar como ofrenda, que el Señor mismo ha de santificar para que le sea grata no sólo en esta celebración, sino en toda nuestra existencia convertida en una ofrenda agradable a su Santo Nombre.

Es verdad que el Señor es nuestra herencia. Nosotros le pertenecemos y Él, por pura gracia y dignación suya hacia nosotros, nos pertenece. Esa nuestra herencia, que es el Señor, no es para que la guardemos egoístamente, sino para que la pongamos a la disposición de los demás. Jamás nos quedaremos con las manos vacías por hacer partícipes a todos de la salvación, del amor, de la misericordia que nosotros disfrutamos en Cristo. Por eso, estando nuestra vida en manos de Dios, esforcémonos por darlo llevarlo a los demás, para que, conociéndolo lo amen; amándolo den testimonio de Él; y, dando testimonio de Él, se conviertan, junto con nosotros, en constructores del Reino de Dios ya desde este mundo. Así como Moisés respondía al joven Josué: ¡Ojalá y todo el pueblo profetizara y el Señor infundiera en todos su Espíritu! cómo quisiéramos que esto se hiciera realidad. Entonces nuestro mundo sería más justo, más recto, más solidario de quienes viven con menos oportunidades en la vida. Sin embargo muchos han cerrado su corazón al Espíritu Santo, y lo han rechazado para evitar el verse comprometidos a fondo con la realización del bien a favor de todos. ¿No será acaso esto un pecado en contra del Espíritu Santo en nuestros días?

Roguémosle a nuestro Dios y Padre, por intercesión de María, nuestra Madre, que nos conceda docilidad a su Espíritu para que, siendo transformados por Él, seamos cada día más conforme a la imagen de su Hijo Jesús, y, en comunión de vida con Él, pasemos haciendo el bien a todos. Amén.


Santo Rosario por las Hnas Siervas de los corazones traspasados de Jesús y María Misterios Dolorosos - Martes y Viernes


Homilías de viva voz por el Padre Nelson Medina,O.P.(Nota: Haga click en los enlaces para escuchar los audios)

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